El ruido del Parque Rodó siempre me fascinó. Sus griteríos, sus canciones mezcladas con bocinas, las voces de los vendedores de los domingos de tarde. De niño, esperaba ansioso ese premio ocasional del paseo dominguero con los viejos, insistiendo con el azúcar rosado. El Parque tenía todo el encanto de los juegos, dentro de los que me atraía El Tren Fantasma que juntaba dos de mis miedos más claros en la niñez, la oscuridad y los fantasmas. Esa experiencia ruidosa, con suaves caricias ocultas en el rostro e inesperados cambios de dirección.
Los años trajeron otros ruidos, aturdimientos, y también otros miedos. La dictadura militar transformó al país y a su gente. Nos transformó. El Parque Rodó fue mudo testigo de esos cambios, se mantuvo compañero y solidario como siempre había sido.
Con la vuelta a la democracia los miedos debieron irse. No fue así. Y la convivencia con quienes nos habían llevado a lo más oscuro, con aquellos que habían cambiado definitivamente nuestras vidas, se volvió común. El miedo nuevo era más sutil, más profundo y más cruel, cubierto de indignación y broncas.
Fue en 1988, cuatro años después de haberse recuperado la democracia que comencé a fotografiar esta serie. Durante casi dos años volví al Parque, dialogamos. El Parque no era él. Yo tampoco era yo.
Volvía al Parque Rodó buscando su magia y mis recuerdos.
Llegué al Tren Fantasma, más fantasma que nunca, parecía un desocupado, un cuerpo sin sentido, un estúpido disfraz. Allí había quedado, al borde del Parque, inútil, inocuo, sin nadie a quien asustar.
Otros fantasmas rondaban el Parque.
Roberto Schettini - 2005
Exposición en 2005, Centro de Fotografía, Montevideo, Uruguay.