Mi relación con el bosque siempre fue buena, pero cargada de misterio.
De niño fueron pocas las veces que tuve la oportunidad de pasear por un bosque y recuerdo que me traía extraños temores, que con los años se fueron esfumando.
Luego me fui acercando, y pude así admirar su enorme belleza, su sombra protectora, sus sonidos crujientes, musicales, armónicos.
Me sentí acompañado por el canto de las aves y los ruidos de sus otros animales.
Pero hay silencios, hay bosques, hay momentos de ensueño en que todo se cubre de tinieblas, me siento solo, perdido, indefenso.
Y ese absoluto silencio que taladra.
Roberto Schettini - 2020